Por Sebastian Zavala
Publicado: 11 de marzo del 2017
Basar una película en un videojuego de peleas puede resultar en dos tipos de producto muy distintos: o una adaptación relativamente fiel del juego, decentemente actuada, competentemente coreografeada y emocionante (Mortal Kombat), o un desastre cinematográfico, involuntariamente gracioso y absurdo (Street Fighter). Desafortunadamente para el espectador, DOA: Dead or Alive es más un intermedio, un filme carente de trama o desarrollo de personajes, que quiere, hasta cierto punto, ser explotador y ridículo, pero que lamentablemente no tiene las bolas (a falta de mejor término) para hacerlo bien. Es todo o nada, y en este caso, fue más de lo segundo que de lo primero.
La trama es de lo más sencilla, como deben haber ya adivinado. Los mejores combatientes del mundo son invitados al torneo Dead or Alive. Nuestras cuatro protagonistas, Tina (Jaime Pressly), Kasumi (Devon Aoki), Christie (Holly Valance) y Helena (Sarah Carter) se acercan a la isla del torneo en un avión, pero eventualmente tienen que saltar en paracaídas para llegar a tiempo y participar en sus respectivos combates. Para no hacerla demasiado larga: el villano de la historia, Donovan (un exageradísimo Eric Roberts) tiene un maligno secreto, y solo las cuatro chicas serán capaces de descubrirlo.
Sabes que estás en problemas cuando el spin-off de volleyball de los juegos es más sexy que tu adaptación con actrices de carne y hueso. Obviamente no estoy condonando el que las mujeres sean usadas como objetos sexuales en productos culturales, pero considerando que un filme como Dead or Alive debería ser 100% explotador, pues no puedo evitar sentirme algo decepcionado con el producto final. Una película de explotación es precisamente eso: sexo, sangre y malas palabras por doquier, todo muy exagerado y muy ridículo. DOA tiene pequeños momentos en los que pareeeece que se atreverá a ser más absurda, momentos en los que el director Corey Yuen nos presenta personajes que se ponen su ropa interior mientras se defienden de matones, por ejemplo, o en donde Kasumi parece obtener poderes de vuelo.
Pero son momentos breves y casi irrelevantes. Yuen y sus tres guionistas (!!!!!) debieron tomar una de dos rutas: o tomarse en serio la trama y los personajes y las escenas de acción, o desarrollar una película de explotación pura, llena de desnudos, batallas sangrientas y diálogo vulgar. Un término medio no basta. Una calificación PG-13 (para mayores de 13 años) no basta. Se siente como un engaño. Es como ver esas películas películas de terror para adolescentes, en donde toda clase de eventos horrendos se llevan a cabo, los cuales no pueden ser puestos en pantalla por temor a alienar al público objetivo. DOA se siente censurada, como si los productores quisieran atraer adolescentes hormonales, pero sin mostrarles todo lo que quieren ver. Es una tomada de pelo de lo más descarada.
En todo caso, si Yuen y compañía no estaban interesados en mostrarnos cuerpos desnudos y desmembramientos, pues debieron ponerle más esfuerzo al guión y a la dirección. La trama es casi inexistente, incoherente y completamente estúpida. Los personajes no tienen personalidades; las cuatro chicas son totalmente intercambiables, y no poseen características reconocibles fuera de su físico (una es la americana que se viste con los colores de su bandera, por ejemplo, mientras que otra es la asiática casi muda y súper fuerte. Y así). Esto, de hecho, resulta más ofensivo que estrenar una película de estilo más gratuito y explotador; es imposible relacionarse con estos personajes, meterse en la trama o ponernos tensos cuando se involucran en combates mano a mano. Son personajes femeninos físicamente fuertes, sí, pero totalmente aburridos y previsibles y planos.
Las anteriormente mencionadas peleas, por otra parte, están terriblemente coreografeadas. Los enfrentamientos en Mortal Kombat, por ejemplo, hacían un buen uso de diferentes estilos de artes marciales, sin abusar de los saltos con cables u otras exageraciones para traernos algo más parecido a las clásicas películas de artes marciales de años atrás. DOA, por otro lado, tira las reglas de la física y el sentido común por la ventana, dejando en claro que la mayoría de estas secuencias fueron hechas por dobles colgados de arneses, o por efectos visuales digitales poco convincentes. Las peleas de los juegos son más emocionantes (ayuda, obviamente, el que sean interactivas, pero esa es otra historia).
Las actuaciones son del nivel que uno esperaría de una película así de terrible. La usualmente carismática Jaime Pressly no tiene ni idea de qué hacer con su personaje; claramente está en forma y se esfuerza en las tomas donde parece estar pateándole el trasero a sus enemigos, pero nada más. Devon Aoki actúa de la misma manera que en Sin City, y Holly Valance y Sarah Carter podrían intercambiar personajes a mitad de película sin que nadie se entere. El único que resalta, de una u otra forma, es Eric Roberts, quien interpreta al villano más huachafo que jamás haya visto en una cinta de acción. Es entretenido, sí, pero de intimidante no tiene nada.
DOA: Dead or Alive consiste únicamente de dos cosas: interminables escenas de pelea mal coreografeadas, y secuencias de exposición, en donde Yuen, las actrices y el resto del equipo tratan de convencernos de que hay algún tipo de trama que debería importarnos. Lamentablemente, es un esfuerzo en vano. Si no vas a usar un buen guión, al menos ten la decencia de filmar peleas emocionantes, o de desarrollar una película estilo serie B, explotadora y excesiva. Si tu película no tiene nada de esto, desafortunadamente dudo que vayas a entretener a alguien. No le recomiendo DOA: Dead or Alive ni al más acérrimo fanático de los juegos.