Por Sebastian Zavala
Publicado: 03 de junio del 2017
John Moore no es un cineasta conocido por su talento, precisamente. Solo basta con darle una rápida mirada su filmografía —supongo que Tras Las Líneas Enemigas no está del todo mal, ¿pero el resto? Es como revisar una recopilación de los blockbusters más decepcionantes de los últimos años: El vuelo del Fénix (un terrible remake que desperdicia a su talentoso reparto), La Profecía (nada que ver con la versión original), Duro de Matar 5 (la peor de la franquicia) e I.T. (una película sobre crímenes informáticos que se siente tan relevante como la película Hackers, con Angelina Jolie).
Y por supuesto, tenemos Max Payne, la adaptación cinematográfica de popular videojuego. Protagonizada por Mark Wahlberg y Mila Kunis, se trata de una suerte de película estilo neo-noir visualmente impactante, pero narrativamente inerte. Previsible y llena de tramas secundarias innecesarias —pero incluidas para atraer a su público objetivo—, no es de las peores cintas basadas en videojuegos que jamás se hayan estrenado, pero considerando las expectativas que había antes de su estreno, y su reparto de considerable renombre, definitivamente pudo ser mucho mejor.
Wahlberg interpreta al personaje del título (créanme, los críticos norteamericanos se vacilaron haciendo chistes con su nombre, el cual básicamente significa “Máximo Dolor”), un detective de homicidios de la policía de Nueva York que ha estado obsesionado por años con atrapar al responsable de la muerte de su hija y esposa. Después de mucho buscar, por fin encuentra una pista con potencial, y recibe la ayuda de la asesina Mona Sax (Mila Kunis), quien cree que su hermana fue asesinada por la persona que Max está buscando. También tenemos al mentor de Max, BB (Beau Bridges) y a un policía de Asuntos Internos (Ludacris), quienes ayudarán a Max en su búsqueda de venganza. Su investigación, sin embargo, también lo llevará a adentrarse en un mundo de conspiraciones gubernamentales, y a encontrar una poderosa droga que le causa alucinaciones y poderes supuestamente súper humanos a sus consumidores.
La premisa de Max Payne tiene potencial —un policía con sed de venganza en un mundo tipo neo-noir, rodeado de personajes cuestionables, merodeando por pasajes oscuros y sucios. Es el tipo de historia perfecta para una novela de detectives y criminales, y que con suficiente talento tanto detrás como delante de las cámaras, podría convertirse en un entretenido filme para adultos. (No, no me refiero a ese tipo de películas para adultos). Max Payne, sin embargo, no hace demasiado con su premisa, y a final de cuentas, termina convirtiéndose en una película de acción del montón, preocupada más por la cantidad de villanos que su protagonista puede matar, que en desarrollar una narrativa interesante.
Las escenas más intensas son las que involucran a la droga que le causa alucinaciones a sus usuarios —visualmente son bastante espectaculares, y al menos le otorgan algo de variedad a una cinta bastante sosa. No obstante, no puedo evitar sentir que fueron incluidas únicamente porque se “veían alucinantes”, no porque contribuyesen algo a la historia.
De hecho, el filme incluye varios elementos gratuitos que fácilmente hubiesen podido ser eliminados —la Mona Sax de Mila Kunis es fuerte y sexy, pero la película se olvida de ella durante el tercer acto, convirtiéndola en un personaje, básicamente, inútil. Chris O’Donnell y la gran Olga Kurylenko también están por las puras —aunque, irónicamente, esta última es el personaje más memorable de la cinta. (Más por la presencia en pantalla de Kurylenko, que por la forma en que su personaje está escrito).
A nivel técnico, Max Payne es el largometraje más impresionante de Moore. A diferencia de la horrible Duro de Matar 5 y la sosa El Vuelo del Fénix, Max Payne tiene un estilo marcado, con una imagen muy contrastada, y un énfasis en los tonos de grises y negros. Se trata de un estilo visual muy similar a lo que se vio anteriormente en Sin City de Robert Rodriguez; no es particularmente original, pero al menos funciona, especialmente considerando que Moore y compañía parecen estar tratando de desarrollar un neo-noir súper estilizado.
Mark Wahlberg da una actuación competente pero poco memorable —se nota que está en la película solo por su sueldo, no por razones creativas. Mila Kunis hace lo que puede con una Mona Sax mal desarrollada, Ludacris le otorga seriedad a su personaje (nunca pensé que diría algo así…), el usualmente capaz Beau Bridges es terrible como BB (lo exagerado de su trabajo le permite al espectador adivinar el “giro final” de la trama con demasiada facilidad), y Olga Kurylenko está criminalmente desperdiciada, como mencioné líneas arriba.
Max Payne es una película de acción que trata de compensar sus deficiencias narrativas con efectos especiales estilizados y una dirección de fotografía oscura similar a la de Sin City. Las secuencias de acción carecen de tensión y suspenso, la trama comienza con potencial pero degenera para convertirse en una historia de disparos y puñetes del montón, y el diálogo parece haber sido escrito por un chico de trece años. Es entretenida por momentos, pero el tono lúgubre y por momentos hasta deprimente no ayuda. Max Payne no es de las peores adaptaciones de un videojuego al cine, pero al igual que el resto de películas de John Moore, no va a pasar a la historia ni por buena, ni por mala.