Por Sebastian Zavala
Publicado: 21 de octubre del 2017
Hablando de manera algo generalizada, existen dos tipos de película animada: aquella que es exclusivamente para los más pequeños de la casa —a la que uno, típicamente, llamaría “película para niños”– y aquella que funciona tanto para ellos, como para los padres que lo acompañan al cine, es decir, una “película familiar”. Claramente, los filmes pertenecientes a la segunda categoría suelen ser más interesantes que los de la primera —tienen mejores historias, caracterizaciones más profundas, y en términos generales, suelen ser más divertidas porque no subestiman a su público.
Angry Birds, desafortunadamente, pertenece a la primera. Ahora, esto no quiere decir que sea una horrible cinta —de hecho, está competentemente animada y carismáticamente actuada. El problema es que sufre terriblemente si se le compara a lo mejor de Pixar o de Dreamworks; la trama es superflua, los personajes nunca terminan de caer del todo bien, y el humor no siempre funciona. Sí, hay uno que otro momentos hilarante —o al menos entretenido—, pero la mayoría de chistes caen en el humor de baño —pedos, heces, gases— o en juegos de palabra poco originales.
Supongo que uno no podía esperar más de una película basada en un juego tan superficial como lo es Angry Birds, pero como probó La Gran Aventura LEGO, realmente es posible desarrollar una aventura memorable a partir de casi cualquier fuente de inspiración. Aquella cinta no podría tener orígenes más capitalistas y cínicos, pero terminó siendo uno de los mejores filmes animados de los últimos tiempos; hasta LEGO Batman fue realmente sólida. Angry Birds, desafortunadamente, no es nada del otro mundo, y por ende, se la recomendaría solo a los más pequeños de la casa (recuerden las dos categorías que mencioné líneas arriba….)
Considerando que Angry Birds está basada en una de las app más descargadas de la historia, supongo que es posible considerarla como un comercial de hora y media de duración. Pero si uno lo piensa bien, cualquier película que esté basada en un juego —como todas las que he comentado en esta columna, mira tú— podría ser clasificada de esa manera. Lo que debería hacer la cinta, entonces, es presentar algo que justifique su existencia, para que no se sienta como un cínico comercial, y más bien se convierta en una historia que valga la pena ser contada en la pantalla grande. Bueno, eso no fue lo que pasó con Angry Birds, pero valía la pena darle el beneficio de la duda.
Nuestros protagonistas son Rojo (voz de Jason Sudeikis), Chuck (Josh Gad), y Bomba (Danny McBride), tres pájaros que viven en… La Isla Pájaro. Sí pues. Cuando de pronto llega un barco pirata lleno de chanchos verdes y manejado por Leonard (Bill Hader), no parece haber ningún tipo de conflicto entre los dos grupos de animales… hasta que los cerdos encuentran los huevos de los pájaros. Enojados, los pájaros harán de todo para botar a sus nuevos enemigos de la isla, y evitar que hagan omelettes con sus huevos.
Sí, la trama no es nada espectacular. Tenemos protagonistas con personalidades bien definidas —y arquetípicas—, enemigos que tienen un objetivo en particular —conseguir los huevos— y una misión que los pájaros tienen que cumplir para resolver el presente conflicto —proteger los huevos y botar a los chanchos. Es simple, es claro, y no presenta ningún tipo de giro narrativo sorprendente ni nada por el estilo. Es una historia que ha sido desarrollada para que hasta el niño más pequeño en la sala de cine la pueda entender (sabe quiénes son los buenos y los malos), y para que se sienta lo más fiel a los juegos posible.
Y de hecho, ese es uno de los mayores defectos de Angry Birds; es demasiado fiel a los juegos. Puede que el tener pájaros que se lanzan a objetos destructibles como protagonistas sea divertido en los juegos —nunca fui demasiado fanático del app—, pero se necesita de algo más para poder hacer una película que capte la atención del público. El filme contiene suficientes historias de trasfondo, secuencias de acción y hasta escenas musicales como para que no se torne aburrido, pero todo este contenido se siente más como relleno —para justificar la duración de la producción— que como algo realmente necesario para que la trama avance.
Visualmente, Angry Birds es agradable y nada más. Los diseños de los personajes son coherentes con lo visto en los juegos, y la calidad de las imágenes —desde las texturas, hasta los detalles en los escenarios y la cantidad de plumas que tienen los pájaros— es alta. No obstante, uno nunca siente que esté viendo algo particularmente original o único; sí, la película se ve bien para estándares modernos, pero hace nada que filmes anteriores no hayan hecho mejor. Al menos puedo mencionar que los diseños de los tres protagonistas —el sarcástico Rojo, el hiperactivo Chuck, y el apropiadamente explosivo Bomba— van muy de acuerdo con la manera en que son interpretados por sus respectivos actores de voz.
¿Debería explayarme en las secuencias musicales? No realmente, son atroces. ¿Y qué hay del efecto 3D? Ni idea, nunca la vi en el cine, y claramente no pensaba gastar en un Blu-ray 3D para verla en casa. Angry Birds es la primera película en basarse en un app móvil, y en esos términos, ciertamente pudo haber sido peor. Es súper ligera y, siendo honestos, nunca aburre, pero definitivamente hay películas animadas recientes muy superiores, y hasta producciones basadas en juegos que más valen la pena ver que esta. A menos que sean fanáticos acérrimos de la franquicia —o que tengan niños en que casa que todavía no la ven—, no vale la pena que gasten su dinero en Angry Birds: La Película.