Por Sebastian Zavala
Publicado: 13 de enero del 2018
Hay que ser completamente honestos: la única razón por la que las películas de “Bloodrayne” existen, es porque el infame Uwe Boll quería filmar a chicas semidesnudas —o cubiertas en cuero— mordiendo a otras personas, o teniendo sexo poco explícito con hombres y mujeres. (Y bueno, supongo que también porque no pudo obtener los derechos de “Tomb Raider”). “Bloodrayne”, tanto el videojuego como las películas, son de naturaleza explotadora, producciones serie-B que, en las manos correctas, podrían haber sido obras infinitamente entretenidas y memorables.
Desgraciadamente, estamos hablando de Boll, un cineasta que tiene el talento de Ed Wood, pero nada de su carisma. La primera cinta que dirigió de “Bloodrayne” no fue terrible —después de todo, contaba con la presencia de Michael Madsen, Michelle Rodríguez y, por alguna razón, Ben Kingsley (!)— pero la segunda entrega, “Deliverance”, definitivamente dejó la valla mucho más baja. Pero nada de esto podía detener a Boll —por ende, concluyó su trilogía con “Bloodrayne: El Tercer Reich”, un filme que demuestra que el director alemán tiene algún tipo de obsesión con mezclar terror, Nazis y chicas sexies.
La trama es predeciblemente idiota. Natassia Malthe interpreta a Rayne, mitad vampiro, mitad humano, y 100% supermodelo invencible. Esta vez está enfrentándose a los Nazis, pelea que termina con ella mordiendo a un soldado, a quien deja por muerto. Desgraciadamente, dicho personaje revive, y en vez de ser un vampiro común y corriente, se transforma en un nuevo tipo de monstruo, el cual puede sobrevivir de día porque… razones. Nuestro nuevo antagonista termina yendo donde el doctor Mangler (obviamente), interpretado por el gran Clint Howard (hermano del director Ron Howard), más feo que le hambre, pero muy entretenido en la mayoría de papeles que interpreta.
Mangler está interesado en extraer un poco de la sangre del nuevo vampiro; quiere usarla para transformar a Hitler (¡quién más!) en un vampiro invencible y poder conquistar el mundo. Pero también está interesado en Rayne; básicamente, es el típico científico loco obsesionado con los monstruos y la dominación del mundo. Como deben estar imaginándose, ahora Rayne tiene que detener tanto al nuevo vampiro, como a Mangler, para evitar que los Nazis ganen la Segunda Guerra Mundial.
Hasta cierto punto, “Bloodrayne: El Tercer Reich” es superior a la segunda parte de la trilogía. Al menos parece que Boll se ha dado cuenta que, para poder atraer a un mayor número de espectadores, era necesario aumentar el contenido explotador. Por ende, “Bloodrayne: El Tercer Reich” contiene más sangre, más violencia, más elementos narrativos estúpidos y carentes de sentido, y sí, más escenas de sexo. Rayne tiene sexo tanto con otra chica —en una escena francamente poco candente— como con Nathaniel Gregor, un aliado rebelde en la guerra interpretado por el carismático Brendan Fletcher. No puedo negar las instancias de male gaze y de machismo descarado en la película; solo puedo mencionar que dichas características vienen con el territorio, y que dentro de todo, al ser una vampira súper poderosa, Rayne es un personaje femenino medianamente empoderado.
Lástima que no tenga mucha personalidad. Natassia Malthe hace lo que puede con el rol —incluyendo desnudarse, por supuesto— pero desgraciadamente no puede pelear contra un guion que convierte a Rayne en una super heroína plana y carente de emociones. Brendan Fletcher es entretenido como Gregor, y Clint Howard es deliciosamente exagerado y asqueroso como Mangler. Algunos de los colaboradores frecuentes de Boll también aparecen en la película; Michael Paré como el comandante Ekart Brand, por ejemplo. Nadie da una actuación grandiosa, como deben estar imaginándose, pero considerando el material, tampoco pasan vergüenza.
Visualmente, el filme es todo lo que uno esperaría de una producción de terror y acción de bajo presupuesto. Rayne se ve totalmente fuera de lugar en el contexto de la Segunda Guerra Mundial; sus trajes de cuero, reveladores y modernos, contrastan terriblemente con el vestuario de los soldados alemanes y los aliados. Los efectos visuales son previsiblemente cursis, y las secuencias de acción, aunque poco ambiciosas, logran emocionar un poco. Al menos la película es corta— dura una hora y veinte minutos, con créditos finales y todo. Supongo que no había mucho que Boll pudiese hacer con una trama tan básica y un presupuesto tan limitado.
“Bloodrayne: El Tercer Reich” es más de lo mismo en lo que se refiere a la franquicia en general, aunque debo admitir que me entretuvo más que su predecesora. Sí, es una película explotadora serie B al 100%, pero considerando lo poderoso, hábil y sí, sexy que es el personaje de Rayne, no puedo evitar pensar que con un mayor presupuesto y un director más talentoso, se podrían hacer cosas más complejas y divertidas con la saga. “Bloodrayne: El Tercer Reich” es una opción aceptable si es que tienen ganas de ver algo simple, absurdo, cursi y lleno de sangre y mujeres desnudas. Ni más, ni menos.