Por Sebastian Zavala
Publicado: 17 de julio del 2019
Jugar “Detroit: Become Human” justo después de “Beyond: Two Souls” ha sido una experiencia interesante. Los avances tecnológicos que se han llevado a cabo durante los cinco años que pasaron entre las salidas de ambos juegos son realmente notables, y aunque podría argumentarse que, en términos de gameplay, no hay taaanta diferencia, en general, sí creo que “Detroit: Become Human” es una experiencia mucho más completa y entretenida. “Beyond: Two Souls”, a pesar de funcionar bastante bien, tenía varios defectos de control y de sensación de libertad, los cuales, en su mayor parte, han sido o corregidos o al menos mejorados en “Detroit: Become Human”. Se nota que David Cage y la gente de Quantic Dream no tienen ganas de cambiar la manera en que han estado haciendo las cosas durante los últimos años, pero al menos se están animando a refinar su proceso de trabajo, lo cual, por supuesto, tiene como resultado productos finales mucho más pulidos.
Sin embargo, al final del día, al tratarse de un juego que se enfoca más en la trama que en el gameplay, el disfrute que cada uno tenga del mismo dependerá mucho de qué tanto conecte con la historia que se está tratando de contar. Si uno termina empatizando con los personajes y maravillándose con el mundo que Cage y compañía han desarrollado, la pasará de lo lindo con “Detroit: Become Human”. Pero si el gamer termina odiando a los protagonistas, y no se termina de creer este mundo futurista con androides que es tan importante para el disfrute del juego… pues digamos que ni valdría la pena terminarlo. Incluso más que en “Heavy Rain” o “Beyond: Two Souls”, la historia y sus protagonistas son de vital importancia en “Detroit: Become Human”, por más que la gente de Quantic Dream haya añadido algunas novedades importantes a nivel de gameplay. Por ende, al igual que sus predecesoras, uno podría considerar a este nuevo título más como una película interactiva, que como un videojuego tradicional.
Ahora bien, lo que “Detroit: Become Human” sí comparte a nivel de historia con sus dos predecesores, es la visión tan pesimista que David Cage tiene de la humanidad. “Heavy Rain”, por ejemplo, es un juego poblado por protagonistas detestables —la mayoría casi ni tienen características loables, y hasta los niños terminan siendo odiosos hasta cierto punto. “Beyond: Two Souls” también está lleno de personajes odiosos, ambiciosos, egoístas, violentos, o simplemente sedientos de poder. De hecho, me animaría a decir que solo tiene dos personajes con los que resulta fácil empatizar (felizmente, uno de ellos es la Jodie de la gran Ellen Page). Y por supuesto, “Detroit: Become Human” sigue un camino similar, solo que esta vez los personajes secundarios (fuera de uno en particular) son los que uno termina odiando. Al menos en mi caso, logré empatizar con los tres protagonistas —el hecho de que fueran tratados como basura por la mayoría de NPCs ayudaba, supongo—, lo cual ya de por sí hace que el juego sea superior, al menos, a “Heavy Rain”.
“Detroit: Become Human” se lleva a cabo en el año 2038, como se deben imaginar, en la ciudad de Detroit. En este futuro relativamente cercano, una empresa llamada CyberLife ha dominado el mercado de la inteligencia artificial, creando una infinidad de modelos de androides que se han convertido en el producto de uso obligatorio en todo hogar. Los robots están en todas partes: en tiendas, en estaciones de policía, en campos militares, y obviamente, hasta en clubs de strippers. De hecho, disfruté mucho de la manera en que Cage logra desarrollar un mundo que se siente como una extensión natural del nuestro —considerando lo dependientes que somos hoy en día de la tecnología —los smartphones, las redes sociales, la banca por Internet, etc.—, tiene sentido pensar en una sociedad que, en menos de veinte años, podría hacerse dependiente de los androides.
Uno controla a tres personajes, cuyas historias se van entrelazando a lo largo del juego. Kara (Valorie Curry) es una androide que comienza el juego trabajando como empleada doméstica para un padre abusivo en una zona peligrosa de la ciudad. Pero cuando ve que la vida de su hija, la pequeña Alice (Audrey Boustani) corre peligro, decide escapar con ella y encontrar un lugar seguro para vivir juntas, y de paso, encontrar su propia humanidad.
Por otro lado, tenemos a Connor (Bryan Dechart), un androide que CyberLife envía al departamento de policía de Detroit, para que se convierta en el compañero de Hank Anderson (Clancy Brown), un viejo y amargado lugarteniente. Juntos, tendrán que resolver el misterio de los Deviants: androides que van en contra de su propia programación, y comienzan a cometer delitos en contra de los humanos, aparentemente, para ser libres.
Finalmente, está Markus (Jesse Williams), un androide que, al comenzar el juego, trabaja para el artista millonario Carl Manfred (el legendario Lance Henriksen). Luego de una serie de eventos desafortunados, el robot termina botado en un basural, de donde resurge, renovado, para convertirse en el líder de una rebelión androide. Es ahí donde conoce a North (Minka Kelly), su potencial interés amoroso, y a Josh (Parker Sawyers), quien podría convertirse en su amigo… si es que Markus realmente logra transformarse en una fuente de inspiración para los Deviants.
SI jugaron “Beyond: Two Souls”, sabrán más o menos qué esperar de “Detroit: Become Human”. Se trata de un juego donde la narrativa es lo más importante, en donde vamos jugando diferentes escenas, pertenecientes a cualquiera de las tres historias, tomando decisiones para llevar la historia a distintas conclusiones. La interacción se limita a mover a los personajes con el stick izquierdo, interactuar con objetos o personas con el botón X, usar el ZR para scanear los ambientes y averiguar con qué podemos interactuar, y meterse en Quick Time Events (oh sí) durante peleas. Lo interesante acá, en todo caso, es que cada personaje tiene acciones propias con gameplay diferente: Connor puede analizar objetos y personas para avanzar la investigación (incluso recreando eventos pasados), Markus puede participar en marchas, dar discursos, pelear, y previsualizar acciones antes de hacerlas, y Kara puede interactuar con Alice para mejorar su relación con ella.
Considerando eso, podría argumentarse que la experiencia de “Detroit: Become Human” es como jugar tres juegos en uno, cada uno con mecánicas similares e historias que se entrelazan. Nuevamente: para que el juego funcione, uno tiene que adentrarse en este mundo y empatizar con los personajes, y felizmente, eso fue lo que pasó conmigo. Los personajes que más me gustaron fueron Kara y Alice: su relación es bastante tierna, y de hecho, fue en su historia donde tomé las mejores decisiones, creo yo. No obstante, tanto Connor como Markus tienen los suyo. El primero se ve involucrado en algunas de las escenas más tensas del juego —y sus interacciones con Hank son consistentemente hilarantes—, y el segundo, a pesar de comenzar de manera un poco aburrida, tiene la travesía más intrigante, y por ende, es el que cambia y crece más. Resulta bastante satisfactorio el ver a Markus convertirse en el líder de una rebelión (si es a esa etapa a donde uno lo lleva, por supuesto).
Porque si hay un aspecto en el que “Detroit: Become Human” termina siendo una mejora considerable en comparación a los dos juegos previos de Quantic Dream, es el de la toma de decisiones, y los diferentes caminos que uno puede atravesar. De hecho, luego de cada misión o nivel, el juego le presenta al gamer un árbol de posibilidades, enseñándole de manera detallada todas las decisiones que tomó, y por ende, por qué caminos terminó yendo. Y más importante: también enseña los caminos que no se tomaron, como para que el jugador se anime a repetir el capítulo después —se puede ir accediendo a los capítulos ya terminados desde el Menú Principal— y ver cómo podría cambiar el destino de los personajes. Se trata de una mecánica que, a mi parecer, funciona muy bien, e incita al jugador que se anime a repetir ciertas experiencias.
De hecho, es precisamente debido a esto que las decisiones que uno toma en “Detroit: Become Human” se sienten mucho más importantes que las de los dos juegos anteriores. Gracias al árbol de posibilidades, sabemos que la mayor parte de episodios no se llevan a cabo de manera lineal, y que la mayor parte de preguntas, decisiones difíciles y caminos que el juego nos presenta pueden tener diferentes resultados. Lo más frustrante de este tipo de juegos puede ser la falsa sensación de libertad, el hecho de que algunos de estos títulos le hacen creer al gamer de que puede tomar diferentes decisiones, cuando en realidad, el resultado final de la historia —e incluso el camino que uno toma— ya está predeterminado. Ese no es el caso en “Detroit: Become Human”, felizmente. De hecho, uno puede hasta matar a la mayoría de protagonistas, y la historia seguirá avanzando —incluso más que “Heavy Rain” o “Beyond: Two Souls”, “Detroit: Become Human” demuestra que David Cage no está interesado en la pantalla de Game Over.
Ayuda, además, el que este juego esté mucho mejor escrito que cualquiera de los esfuerzos previos de Cage. Sí, todavía hay líneas de diálogo bastante cursis, y momentos donde Cage trata de transmitir los temas que le interesan de la manera menos sutil posible, pero en general, los personajes tienen personalidades mejor definidas, y se comunican más como seres humanos comunes y corrientes —irónico, considerando que la mayoría son androides— que cualquiera de los maniquíes de “Heavy Rain”, por ejemplo.
Además, me gustó bastante el que “Detroit: Become Human” sea un juego más ambicioso que los anteriores no solo a nivel narrativo, si no también a nivel temático. Mientras que “Heavy Rain” era un potboiler de suspenso y terror bastante tradicional, y “Beyond: Two Souls” tenía algo qué decir sobre la vida después de la muerte, “Detroit: Become Human” está más interesado en explorar la naturaleza de la humanidad, y el potencial que tiene la inteligencia artificial para convertirse en algo que esté realmente vivo. Si un androide se hace autosuficiente, y comienza a desafiar la programación con la que fue construido… ¿estará vivo? ¿Tendrá un alma? ¿Merecerá ser libre, e ir más allá de su propósito de fábrica? Son todas preguntas que son exploradas de manera bastante satisfactoria a través de las tres historias, por más de que, nuevamente, algunos momentos sean un poco cursis (aunque siempre dependerá de las decisiones que uno tome).
Al igual que en “Beyond: Two Souls”, las actuaciones en “Detroit: Become Human” son geniales. Valorie Curry está muy bien como Kara, otorgándole bastante humanidad al personaje, sin llegar a olvidar de que se trata de un androide con limitaciones de expresión. La manera en que se relaciona con Alice es verdaderamente enternecedora, y logra hacer que su objetivo —el conseguir una vida juntas, lejos del padre abusivo— resulte creíble y emotiva. Jesse Williams comienza un poco tieso como Markus —sí, pudo haber sido a propósito, pero igual resulta algo soso—, pero va mejorando a lo largo del juego, convirtiéndose en un personaje más potente. Y el Connor de Bryan Dechart es el androide perfecto —frío y calculador, pero con algunas dudas. Sus interacciones con el cínico Hank son excelentes —Clancy Brown está genial, como siempre— y resultan en algunos de los momentos más memorables del juego. Evan Parke (como Luther, protector de Kara y Alice), Lance Henriksen, Minka Kelly y Simbi Kally (como la “jefa” de Connor) completan un reparto de buen nivel.
A nivel técnico, “Detroit: Become Human” resulta ser una gran mejora en relación a “Beyond: Two Souls”. Las texturas son de mayor resolución, las animaciones son más complejas, y a mi parecer, la tecnología de captura de movimiento ha sido utilizada de manera más precisa, lo cual resulta en personajes que parecen estar más vivos que cualquiera que haya visto en otros videojuegos. Detalles como el pelo todavía lucen algo raros, pero elementos como la nieve o la lluvia ahora interactúan mejor con los personajes, y las fuentes de luz le otorgan un realismo bastante convincente al juego. Sí, hubo un par de movimientos de boca algo caricaturescos, pero fuera de eso, “Detroit: Become Human” es el juego más espectacular a nivel visual y sonoro que ha producido Quantic Dream hasta el momento. Hay una gran variedad de locaciones y de personajes secundarios —aunque estoy casi seguro que la actriz que interpreta a la Presidenta es francesa; su acento no me convenció—, y las bandas sonoras —una distinta para cada historia— le otorgan una gran atmósfera al título.
Fuera de la aventura principal, la cual tiene que ser jugada varias veces para pasar por todas las posibilidades y completar todos los árboles, el juego viene con un sistema de contenido adicional que, a pesar de ser algo superficial, resulta bastante encantador. Cada vez que uno completa un episodio, recibe puntos extra, los cuales dependen de la cantidad de decisiones que se tomaron y ramas del árbol que se completaron. Con esos puntos, uno puede ir al menú principal y comprar contenido adicional de todo tipo, desde piezas de arte conceptual, hasta galerías de los personajes, y videos promocionales. Hubiera sido bueno que dicho contenido también incluya algún tipo de upgrade que funcione dentro del juego, pero lo que el juego ofrece, en todo caso, no está del todo mal. Simplemente pudo ser mejor.
“Detroit: Become Human” es, en general, una experiencia mucho más completa que cualquiera de los juegos anteriores de Quantic Dream. Gráficamente, es infinitamente más realista y detallado; las actuaciones son creíbles, las caracterizaciones son más complejas, el sistema de decisiones está mucho mejor realizado —con consecuencias más palpables— y la historia es temáticamente ambiciosa. Como mencionaba líneas arriba; si llegan a conectar con los personajes y a creerse este mundo futurista, todo lo anteriormente mencionado les funcionará de lo lindo, y por ende, la experiencia de jugar “Detroit: Become Human” terminará siendo intrigante y adictiva. En todo caso, fuera de cualquier subjetividad, vale la pena mencionar que David y su equipo han crecido bastante desde que comenzaron a trabajar este tipo de títulos — “Detroit: Become Human” no es más que una prueba más de lo que pueden hacer en el mundo de los videojuegos. Estaré esperando con ansias su siguiente esfuerzo.
Lo positivo:
Lo negativo: