Por Sebastian Zavala
Publicado: 27 de marzo del 2017
Considerando lo involuntariamente graciosas que son la mayoría de las películas de Uwe Boll, era solo cuestión de tiempo hasta que por fin se animase a dirigir una comedia hecha y derecha. Lo único que nadie se esperaba, sin embargo, es que esta estuviese basada en Postal, una serie de videojuegos irreverente —y hoy por hoy, bastante irrelevante—, y que fuese una sátira política y social de lo más incorrecta y chocante. Al menos trató de hacer algo diferente.
De hecho, y a pesar de ser extremadamente fallida, supongo que Postal podría considerarse como una de las mejores películas de la carrera de Boll. Sí, está pésimamente editada, y los valores de producción son mínimos, pero cuando uno se ríe con esta película, al menos siente que lo está haciendo porque así lo quería el director, no porque se esté burlando de ella. La mayoría de chistes no funcionan, y las situaciones tienden a ser más asquerosas y desagradables que divertidas, pero hey, al menos no terminé renegando con Postal. Terminé en shock, con la boca abierta y algo asqueado, pero no molesto.
Postal está protagonizada por el Postal Dude (Zack Ward), un buen tipo, supongo, quien es engañado por su esposa (una obesa mórbida, por alguna razón) y que sufre, en general, de mucha mala suerte. Después de asesinar por accidente a un vago en la calle, termina juntándose con el líder de un culto, el Tío Dave (Dave Foley…. ¿qué haces acá?), y se ven involucrados en una trama que incluye a George W. Bush, Osama Bin Laden, Verne Troyer, al mismísimo Uwe Boll proclamando que es dueño de oro Nazi, y a un nuevo juguete que tiene forma de testículos. Porque obviamente.
Al decidir hacer una sátira con Postal, Boll se tomó su trabajo bastante en serio. Después de todo, se burla, de forma asquerosa y cruel y exagerada, de todo tipo de personas e instituciones: demócratas, republicanos, asiáticos, afroamericanos, homosexuales, árabes, judíos, personas pequeñas, personas gordas, nazis… básicamente, todo el mundo. Y al tener tantos objetivos y hacer tantos chistes, lógicamente no todo funciona. De hecho, Postal se siente más cruel que otra cosa, políticamente incorrecta y vulgar porque puede serlo, no porque tenga algo interesante qué decir. Boll pasa de chiste a chiste y de objetivo a objetivo sin ritmo ni razón, interesado solo en enseñarnos escenas de mal gusto de la forma más absurda posible.
No obstante, debo admitir que me reí algunas veces mientras veía Postal, quizás únicamente por lo chocante que resulta ser la película. La mayoría de espectadores de reirán incómodamente al verla; el filme causa gracia porque sorprende, porque lo deja a uno alarmado, no necesariamente porque desarrolle bien sus gags o porque realice parodias inteligentes. No es una película cuyo sentido del humor vaya a causar una buena impresión, pero al menos logra entretener —de manera valiente, repugnante, violenta—, lo cual es más de lo que se puede decir de las cintas previas de Boll.
Y sí, Postal es muy violenta. No hay vacas sagradas acá. Boll le mete balazos a terroristas, policías, NIÑOS, a todo el mundo. No le importa nada. Hay desnudos gratuitos (nuevamente, ¿por qué, Dave Foley?), personajes asquerosos, mucha sangre, explosiones y malas palabras por doquier. ¿Es entretenido? Supongo que sí, pero al terminar la película, me sentí sucio, incómodo. Tomarse un buen duchazo es casi obligatorio después de ver Postal.
Zack Ward no hace un mal trabajo como el Postal Dude, debo admitirlo. Jamás ha sido un mal actor; desde su rol más famoso (el bully de Una historia de Navidad) hasta sus apariciones pequeñas en blockbusters notables, Ward siempre ha logrado dar una buena impresión. Aquí, claramente la está pasando de lo lindo, siendo lo más políticamente incorrecto posible, matando gente por doquier, explotando cosas y diciendo malas palabras. No cae mal, lo cual considerando la película que de la que estoy escribiendo, es todo un logro. El resto del reparto parece estar haciendo malas imitaciones de personajes conocidos, pero van bien con el estilo del filme. Postal cuenta con una serie de cameos inesperados que me sacaron pequeñas sonrisas, desde el mismo Boll, hasta J.K. Simmons (¿qué, QUÉ?), Michael Paré, Seymour Cassel, David Huddleston, Verne Troyer, y más.
Postal es una mala película basada en un pésimo videojuego. Como sátira funciona a medias, y como comedia solo me logró extraer un par de sonrisas, pero al menos puedo admitir que tiene más bolas y más ambiciones que todos los filmes anteriores de Boll juntos. Es desagradable —la primera escena, una inapropiada parodia del 11 de setiembre, lo prepara a uno inmediatamente para todo lo que le seguirá—, vulgar, violenta, y estúpida… pero con todo eso y más, es de lo mejorcito que jamás ha hecho Boll. Si quieren quedarse en shock por un buen rato, vean Postal. En lo que se refiere a malas películas de videojuegos, no es de lo peor que pueden encontrar.