Por Sebastian Zavala
Publicado: 10 de febrero del 2021
“¿Por qué estás revisando un juego barato de Vin Diesel de hace casi 12 años?”, me estarán preguntando. Bueno, claramente porque no tengo amor propio. Pero la respuesta más larga es que me moría de la curiosidad; me moría por saber qué tan bueno (o malo) podría ser un proyecto interactivo de vanidad producido y protagonizado por la estrella de “Rápidos y Furiosos”, y me moría de ganas de jugar un título de mediano presupuesto, potencialmente estúpido, pero también, potencialmente muy entretenido. Después de todo, me gusta mucho redescubrir juegos que pasaron por sistemas famosos sin pena ni gloria, juegos que a pesar de no ser parte de franquicias de renombre o estar llenos de defectos, igual pueden tener una que otra característica que valga la pena resaltar.
Y ese es precisamente el caso de “Wheelman”. Ahora, no me tomen a mal; no creo que se trate de un título que pueda ser considerado como una “gema escondida”, o siquiera como un proyecto más o menos competente. De hecho, se nota a leguas que fue hecho a medias, con elementos que no se sienten terminados —o siquiera muy bien pulidos—, y bugs y glitches que me hicieron renegar de la frustración con cierta frecuencia. Pero a la vez, tampoco se puede negar que el juego no carece de cierto encanto, sintiéndose como una suerte de producción serie-B ochentera, con todo y protagonista rudo y aguerrido y lleno de músculos, prácticamente invencible y incapaz de fallar un tiro. Decir que “Wheelman” es un sentido homenaje al cine de acción de los 80s sería una exageración, pero debo admitir que, por momentos, tanto la historia como las secuencias de acción me dieron el feeling apropiado, similar al de las películas más mediocres de Schwarzenegger o Stallone.
Evidentemente, es por esto, también, que “Wheelman” no llega a destacar mucho que digamos por la trama. Uno controla a Milo (interpretado por Diesel), un agente gubernamental que es enviado a Barcelona para lidiar con las diferentes pandillas y organizaciones criminales locales. Entre ellas se encuentran los Chulos Canallas (GRAN nombre), los rumanos, y los Lantos (un grupo más bien familiar). Por alguna razón, todos confían casi inmediatamente en este americano musculoso de pocas palabras, que dice ser el mejor conductor de la ciudad, por lo que uno se involucra rápidamente en situaciones de peligro, manipulando a las pandillas y haciéndoles favores para, finalmente, poder acabar con ellas y salvar al mundo (o al menos a Barcelona).
Se trata, pues, de una excusa para generar la mayor cantada de persecuciones en carros, balaceras, y situaciones de violencia en medio de Barcelona. Eso sí, admito que disfruté bastante de algunas de las últimas misiones, en donde uno tiene que atacar las bases de cada pandilla haciéndose pasar por el miembro de otra (a pesar de que todos los enemigos ven a Milo realizando estas fechorías, se demoran AÑOS en darse cuenta que están siendo manipulados), y hasta una sección en donde Milo tiene que trabajar en equipo con la arquetípicamente sexy Lumi Vega, y el sarcástico Rafael. Estas últimas misiones, sin embargo, vienen muy tarde y se sienten como poco; la mayor parte del tiempo, uno se la pasa solo. El haber tenido más interacciones con otros personajes no-jugables durante los primeros momentos de la historia, hubiese resultado en una experiencia más satisfactoria.
A nivel conceptual, “Wheelman” es un juego de mundo abierto al más puro estilo de cualquier “Grand Theft Auto” (consideren que salió durante la generación de “GTA V”…. difícil de creer, ¿no?), solo que en vez de desarrollar una ciudad ficticia, trata de recrear Barcelona, con resultados medianamente exitosos. Uno puede encontrar varias edificaciones famosas —incluyendo a la Basílica de la Sagrada Familia—, y muchos parques y avenidas conocidas lucen tal y como se ven en la vida real. Desgraciadamente, la ciudad en sí se siente demasiado vacía, con varias calles sin carros, pocos transeúntes a pie, y una falta de atmósfera que hace que “Wheelman” se sienta mucho como un videojuego, y no tanto como una simulación relativamente creíble de una locación verdadera. La falta de carros en algunas pistas, de hecho, resulta en momentos de frustración extrema, ya que uno se pasa la mayor parte del juego manejando carros robados para cumplir sus misiones.
Después de todo, por algo el juego se llama “Wheelman”. Uno puede recorrer la ciudad entera —y cuenta con un mapa muy útil, al cual se puede acceder con tan solo presionar Select—, e ir de misión en misión, ya sean las primarias o las secundarias. Lo interesante, en todo caso, es que si uno roba un vehículo, ya sea un carro, una camioneta, o una moto, puede ir directamente al mapa y hacer fast travel a la dirección que desee, por lo que la exploración de la ciudad no es precisamente obligatoria. De hecho, los únicos lugares a los que no se pueden ir con fast travel son los garajes —que sirven para reparar el carro que uno conduce—, y los cachés de armas. Quizás los desarrolladores eran conscientes de lo vacía que era su versión de Barcelona, y por ende decidieron no obligar al jugador a recorrerla en tiempo real para ir a cualquier misión. Buena idea.
Una vez que uno está en un vehículo, sin embargo, puede ejecutar todo tipo de acciones, las cuales representan el mayor encanto de “Wheelman” como experiencia interactiva. Los controles de los vehículos responden sorprendentemente bien; uno usa el stick izquierdo para moverse, R2 para acelerar, L2 para frenar, y Cuadrado para parar con el freno de mano (y derrapar al dar curvas). Además, el juego incita al gamer a ejecutar movimientos de vehicle melee; esto quiere decir que, con el stick derecho, uno puede pegarle a otros carros, moviendo su propio vehículo hacia los costados o hacia adelante, lo cual resulta en momentos caóticamente divertidos. De hecho, buena parte de las misiones de “Wheelman” consiste de combates entre vehículos, con el jugador intentando destruir otros vehículos con el suyo propio, y hasta esquivando los ataques de los demás.
Adicionalmente, uno de los conceptos más deliciosamente absurdos del juego es el del Air Jack. Si el vehículo que Vin Die— digo, Milo, está manejando, se encuentra demasiado dañado y está a punto de explotar, uno simplemente puede acercarse a otro vehículo, presionar y soltar Círculo, y nuestro protagonista saltará de su carro y se meterá en el otro. Es tan ridículo —y algo tan sacado de las películas de “Rápidos y Furiosos”—, que no pude evitar amarlo. Además, dicho movimiento está bien aprovechado en ciertas misiones, en donde uno tiene que secuestrar una van o un camión, o meterse en el carro de sus aliados. Lo único malo, lamentablemente, es que el juego no siempre responde bien a la presionada del botón —me pasó incontables veces que apretaba Círculo, y el juego simplemente no hacía nada. Se trata, pues, de una idea ambiciosa que, cuando funciona bien, resulta en momentos exquisitamente estúpidos y emocionantes, pero que cuando no funciona para nada (y esto pasa varias veces), puede hacer que el jugador reniegue de frustración.
Finalmente, Milo también cuenta con un par de ataques especiales mientras está manejando. Si es que uno realiza actos temerarios —saltos, choques, y más—, va llenando una barra de Turbo, la cual, lógicamente, hace que uno pueda ir más rápido por unos segundos al presionar Equis. Pero dicha barra puede ser utilizada también para disparar en cámara lenta desde el carro, ya sea hacia adelante, o al reverso, volteando el vehículo automáticamente en 180 grados para mirar a los enemigos que Milo pueda tener atrás. Se trata de una mecánica innegablemente satisfactoria, la cual ayuda a que ciertas misiones —especialmente las que incluyen a decenas de enemigos en carros y motocicletas persiguiendo a Milo, disparándole y tratando de chocarlo— sean más sencillas de completar.
Curiosamente, las misiones secundarias son más fáciles de completar que las primarias. La historia principal no es demasiado larga —de hecho, “Wheelman” se puede pasar en unas seis o siete horas sin mayores problemas—, y muchas de las persecuciones en las que uno se involucra para completarla terminan siendo menos frenéticas de lo que uno esperaría. Las misiones secundarias, sin embargo, son otra cosa —muchas de ellas cuentan con cuentas regresivas —bastante despiadadas—, y con enemigos muy agresivos. Súmenle a esto el que uno recibe una calificación por cada misión completada —C, B, A, o S—, y estos objetivos pueden tornarse bastante complicados de cumplir. Entre ellos, se encuentran carreras con enemigos bastante rápidos y furiosos (ja), misiones donde hay que destruir la mayor cantidad de propiedad pública posible, contratos para acabar con un carro en particular, y hasta juegos de papa caliente, en donde hay que llevar un ítem en el carro de un lugar a otro. Es bastante variado, a decir verdad, por más de que muchas de estas misiones puedan resultar algo frustrantes.
Como se deben imaginar, el foco de “Wheelman” está en el manejo de los vehículos —por algo uno se encuentra detrás del timón en la mayoría de misiones, tanto principales como secundarias. Sin embargo, el juego también cuenta con varias secciones a pie, y estas son… demasiado básicas. Todas involucran a un grupo de enemigos disparándole a Milo, por lo que uno termina involucrándose en balaceras que utilizan un sistema de cubierta extremadamente básico (ni lo comparen a “Gears of War”), y una selección de solo dos armas (una pistola de balas infinitas, y metralletas que uno va recogiendo). Es todo muy repetitivo, y ciertamente no ayuda que la inteligencia artificial de los enemigos sea… cuestionable. La mayoría salen de su cubierta para disparar, recargan sus armas mientras están parados frente a Milo, y en general, no hacen mucho para protegerse de la excelente puntería de nuestro protagonista (que cuenta con auto-aim, lógicamente). Si “Wheelman” brilla durante las secciones vehiculares, se siente repetitivo, genérico y hasta soso durante las misiones a pie.
Y hablando de la inteligencia artificial del juego —si hay algo que podría llegar a frustrar a algunos jugadores, es la inteligencia tipo rubber band de los enemigos. Con esto me refiero a que, durante las persecuciones, si es que uno se le adelanta a los contrincantes, estos mágicamente se recuperan de manera casi instantánea (lo cual hace que ganarles o dejarlos atrás sea un poco difícil), mientras que si uno se queda atrás al, por ejemplo, perseguir a un enemigo, este lo esperará pacientemente (lo cual hace que perder en estas situaciones también sea difícil). Es un manejo de la I.A. que, curiosamente, hace que “Wheelman” sea tanto frustradamente injusto como absurdamente fácil, ya que los enemigos se adecuan a cada situación sin importar sus respectivas ubicaciones o las velocidades de sus vehículos. Si quieren tener una experiencia justa, con enemigos que respondan racionalmente a las acciones del jugador, no les recomiendo que prueben “Wheelman”.
A nivel técnico, “Wheelman” es todo lo que uno esperaría de un juego de mediano o hasta bajo presupuesto para la PlayStation 3. El modelado de Barcelona es decente, pero las gráficas en general tienen un acabado brillante ligeramente molesto, y cuentan con varias texturas de baja calidad y bordes dentados, especialmente a la distancia. Hablando de distancia —al manejar, uno se encuentra con harto pop-in (¿se acuerdan de eso?), y muchos de los peatones y carros que habitan la ciudad se repiten ad infinitum. Las cutscenes, por otro lado, son bastante feos (animaciones acartonadas, actuaciones de voz que varían entre lo exagerado y lo monótono), pero la música, al menos, es suficientemente enérgica, haciendo uso, incluso, de guitarras españolas, como para darle un sabor más bien local a la cuestión. Debo mencionar, además, que “Wheelman” se me crasheó dos veces, obligándome a apagar y prender my PlayStation 3. Felizmente el juego cuenta con checkpoints súper frecuentes, por lo que si les pasa esto, lo más probable es que no pierdan mucho progreso.
“Wheelman” es la máxima definición de placer culposo: técnicamente no está muy bien, y tiene suficientes defectos y glitches y bugs como para frustrar al gamer más paciente. Pero a la vez, debo admitir que disfruté mucho de su trama absurda, personajes exagerados (el Milo de Vin Diesel tiene la personalidad de una mesa, siempre tranquilo, sin importar la situación), persecuciones deliciosamente caóticas (llenas de explosiones y balaceras y carros chocándose los unos con los otros), y su recreación bastante decente (aunque algo vacía) de Barcelona. Sí, el juego se siente incompleto (especialmente considerando lo básicas que son las secciones a pie), y sí, las gráficas son pobres, incluso para estándares del 2009, pero con todo y defectos, no se puede negar que “Wheelman” termina siendo divertido. Estúpidamente divertido, eso sí, pero divertido al fin y al cabo. Si tienen ganas de jugar algo breve, sonso, y curiosamente similar a las últimas películas de “Rápidos y Furiosos”, “Wheelman” es una buena opción.
Lo positivo:
Lo negativo: