Desde que tiene uso de razón, Jaime ha disfrutado de todo tipo de videojuegos. A sus 28 años, ha decidido mudarse a vivir con su novia con la que lleva ya cierto tiempo, en vista que ambos son un poco más estables económicamente hablando.
Por lo regular, cada vez que llegaba de trabajar prendía su consola de videojuegos favorita para avanzar un poco de aquel RPG que aún no termina, una partida cooperativa con amigos en su shooter favorito o simplemente un partido de fútbol online. Sin embargo, desde que se ha mudado con su novia, ésta le recrimina cada vez que prende la consola, aduciendo que le molesta que prefiera jugar que disfrutar viendo juntos una película u otra cosa. «Eso estaba bien antes, pero ahora ya tienes que madurar y dejar tus jueguitos«, es una frase que suele repetirle.
Desde entonces, Jaime ha empezado a sentirse incómodo y en ocasiones hasta frustrado. Ama a su novia y disfruta compartir tiempo con ella los fines de semana, como siempre han hecho desde que iniciaron su relación; pero por otro lado no quiere dejar el pasatiempo que ha disfrutado de toda la vida y al cual ya ha tenido que ir renunciando por falta de tiempo o por el cansancio del trabajo (las cuentas no se pagan solas después de todo). Ha tratado de hablar con ella, pero sólo ha escuchado respuestas como «yo suponía que cuando nos mudáramos ibas a madurar y cambiar, sobre todo si queremos formar una familia de acá a unos años«…
Estoy seguro que esta historia puede ser la mía o la tuya, quizá menos complicada o quizá mucho más, quizá hasta con los papeles invertidos (cada vez hay más chicas que juegan). Pero si bien para alguien que ame los videojuegos muchas veces es un ideal el que tu pareja o la persona con la que has empezado a salir también disfrute de ellos, hay que aceptar que esto no necesariamente ocurre. La pregunta que vale hacerse es:
¿Hay futuro para una relación así?
Antes de responder a esto, vale la pena hacernos algunas preguntas primero:
«¿Existirá otra razón de fondo que no sea el tema de los videojuegos para una reacción de ese tipo? ¿Ha pasado algo recientemente que motive el descargo hacia esa actividad? ¿Ha disminuido en tiempo y calidad los momentos que se comparten en pareja? Y si es así, ¿esta disminución de tiempo ha sido verdaderamente culpa de los videojuegos?»
Es importante separar el trigo de la paja y entender cuál es el problema de fondo, sobre todo para saber si verdaderamente el problema es este pasatiempo, o el altercado sólo es síntoma de otro tipo de problema muy distinto; ya que de suceder así, los videojuegos serían sólo el chivo expiatorio en este asunto.
Cada pareja necesita de un espacio para ambos, aparte del propio, para poder mantener un balance saludable en la relación y no generar una dependencia del otro.
Diagrama de Venn de los Espacios
¿No te ha pasado que cuando terminas una relación, te das cuenta de que has ido alejándote de tus amigos de siempre? Si la respuesta es sí, es muy probable que tu diagrama de espacios haya estado algo desbalanceado.
En caso de que, haciendo una evaluación consciente, tu diagrama esté verdaderamente equilibrado, podemos empezar a pensar que el problema es con los videojuegos. Es ahora cuando podemos hacernos las siguientes preguntas:
«¿Qué tan grande es la incomodidad o aversión a los videojuegos de parte de la otra persona? ¿Es tolerable en cierta medida o completamente intolerable? ¿Hay posibilidad de llegar a un punto medio?»
Dependiendo de las respuestas a estas preguntas es que podemos aventurarnos a pensar si una relación a estas alturas es salvable o no. En algunos casos, simplemente se trata de que ambos tienen pasatiempos diferentes; mientras que en otros algún miembro de la pareja, o lo que es peor, ambos, ven con antagonismo al pasatiempo de su ser amado.
En el caso de Jaime, es poco lo que sabemos, pero hay un comentario que nos ayudan a darnos una idea de su situación: «yo suponía que cuando nos mudáramos ibas a madurar y cambiar, sobre todo si queremos formar una familia de acá a unos años»…
Analicemos:
«Yo suponía» –> Implica que la persona se hizo una expectativa en base a no tener información concreta.
«…Ibas a madurar y cambiar…» –> La persona asume que jugar videojuegos no es una conducta de una persona madura (ver artículo anterior de +Ludens en el que hablamos del tema) y establece una expectativa de cambio por parte de su pareja, olvidando que esto bien podría no ocurrir nunca.
La situación para Jaime es complicada. Su novia ve su pasatiempo como algo «no maduro» (llámese infantil, si así se quiere) y lo que es peor: está con él no por quien es, sino por quien podría llegar a ser. Si no conversan con apertura y flexibilidad para llegar a un punto en común en el que ambos estén dispuestos verdaderamente a ceder, es probable que la relación termine por debilitarse hasta el punto que pueda ser insostenible.
¿Y cómo se puede prevenir?
Fuera del hecho de mantener el diagrama de los espacios, existen algunos puntos en los que una situación de este tipo se puede llegar a prevenir, las cuales probablemente no fueron foco de atención de Jaime en su momento:
1. Respeto por los gustos o preferencias personales del otro: «En gustos y colores no mandan los autores», reza un conocido refrán. Por más disímiles que puedan ser tus gustos con los de tu pareja, estos necesitan ser respetados. Quien ofende un gusto tuyo, ofende la parte de ti que se identifica con ese gusto, por tanto te ofende a ti. En el caso de Jaime, el usar un diminutivo de la palabra juego (dicho en el contexto en que se dijo, ojo con esto) puede sonar a minimizar una actividad que a él le apasiona (Harlow, 1975). Después de todo, quien te ama, te respeta. Este punto también incluye el no imponer al otro tu gusto. Si aunque lo intentaste, no le gustan los videojuegos, y es mejor dejarlo ahí antes que empiece verdaderamente a detestarlos y el resultado termine siendo contraproducente.
2. Llegar a un acuerdo sobre los espacios personales y compartidos: Hay tiempo para todo, y así como es importante dedicarle tiempo a un pasatiempo que disfrutes, también es importante mantener el tiempo para un adecuado balance en la relación. Al clásico «Hoy por mí y mañana por ti», yo le agregaría un «…Y siempre por nosotros». Sal y diviértete también en el mundo real, que aunque sabemos bien que los videojuegos tienen efectos beneficiosos, cuando dejamos de hacer muchas cosas productivas por centrarnos en ellos, en lugar de beneficiosos pueden llegar a ser muy perjudiciales y llevarnos a generar una adicción a los mismos.
3. Dejar en claro los objetivos de la relación: Que para resumirlo se puede decir que es «el crecimiento de ambos mientras estén juntos». Esto no incluye cambios radicales de gustos para «demostrar amor» por alguien. Si escuchas algo como «por mí va a cambiar» el tema es una causa perdida, ya que, para empezar, para que un cambio pueda ser estable en el tiempo, tiene que partir de uno mismo, surgir por motivación propia. Aparte, si eres feliz como eres hoy, ¿por qué alguien tendría que hacerte cambiar? Una relación se forma entre personas a quienes les atrae la forma de ser del otro HOY, no cómo puede llegar a ser mañana o de acá a 10 años.
Esto, por supuesto, no es una guía exacta ni mucho menos la clave para el éxito de tu relación, pero sin duda puede aportar algunas cosas para que la convivencia en pareja pueda ser mucho mejor, sin tener que renunciar a tus amados videojuegos.
Y tú, ¿qué opinas sobre el tema? ¿Has vivido alguna situación como la de Jaime? Cuéntanos en nuestras redes sociales y haznos llegar tus consultas.