Sí, existe una película con actores en carne y hueso basada en Double Dragon. Y no, casi nadie la ha visto. De hecho, cuando el filme se estrenó en 1994, fue todo un fracaso de taquilla, habiendo recaudado tan solo $2.3 millones de dólares en todo el mundo (como para que comparen, el presupuesto de la cinta fue de $7.8 millones, lo cual es un vuelto del pan para estándares de Hollywood). Double Dragon fue extremadamente popular en las arcadias y en consolas como la NES, pero no en la pantalla grande.
Ahora bien, el que haya sido un fracaso de taquilla no tiene que significar, necesariamente, que sea una mala película. Después de todo, existen excelentes producciones que lamentablemente no lograron conectar con su público (el ejemplo más reciente que se me viene a la mente es Scott Pilgrim contra el Mundo, del gran Edgar Wright), así como filmes detestables que, por alguna razón u otra, lograron recaudar millones de dólares alrededor del mundo (como las películas de Transformers de Michael Bay). Sin embargo, en este caso, debo admitir que el fracaso de Double Dragon estuvo muy bien merecido: en síntesis, se trata de una película totalmente olvidable.
Al igual que en los videojuegos, los protagonistas son los hermanos Jimmy Lee (Mark Dacascos) y Billy Lee (Scott Wolf). La trama es de lo más básica: los Lee tienen la mitad de un antiguo medallón chino (llamado Double Dragon, por supuesto), y el villano del filme, Koga Shuko, interpretado por el gran Robert Patrick (Terminator 2: Día del Juicio Final), tiene la otra. Este último quiere completar el artefacto para volverse todopoderoso y… ¿conquistar el mundo? Simplemente recuerden el plan de cualquier villano megalomaníaco de película de James Bond, vuélvanlo 200% más ridículo… y tendrán como resultado la trama de Double Dragon.
Sin embargo, hay un personaje más. Una kick-boxer llamada Marian (Alyssa Milano)—sí, la misma del juego—es la lideresa del Power Corps, un grupo de justicieros que tiene como objetivo derrotar a la banda de criminales liderada por el personaje de Patrick. Ella es quien convence a los Lee de unirse a su causa y tratar de derrotar a Shuko.
A diferencia de Super Mario Bros., Double Dragon trata de ser ligeramente más fiel a su fuente de inspiración. No, la película no es pura acción, con los hermanos avanzando por la ciudad (una “Nueva Los Ángeles” que fue destruida a medias por un terremoto) pegándole a medio mundo, pero al menos uno puede reconocer los genes del juego en elementos como el vestuario, el diseño de producción, o incluso el casting. A diferencia de Dennis Hopper como Koopa, por ejemplo, tanto Damascos y Wolf como Patrick e incluso Milano al menos lucen como sus contrapartes digitales. Y cuando algunos personajes son modificados, es para darles más dimensión—Marian la lideresa de los Power Corps ciertamente es más interesante que Marian la Damisela en Peligro.
Sin embargo, me apena decir que es ahí donde termina todo lo positivo que tengo que decir sobre la película. Muy a pesar de que el director, James Yukich, trata de otorgarle algo de encanto de película serie B a la historia, simplemente no tiene los recursos suficientes como para desarrollar algo interesante o al menos ridículamente divertido.
Consideren las escenas de acción. Al ser el videojuego un beat ‘em up, uno esperaría que su adaptación cinematográfica estaría llena de excelentes escenas de acción, emocionantes y bien coreografeadas, pero ese no es el caso. Todo combate es lento, poco ambicioso, y carece de tensión o emoción. Incluso películas como Mortal Kombat, (una de las favoritas de mi infancia), a pesar de haber envejecido algo mal, pueden entretener a un público contemporáneo gracias a sus entretenidas secuencias de pelea. Ese no es el caso de Double Dragon.
Y aunque un par de líneas de diálogo son deliciosamente cursis, no son lo suficiente como para volver al filme en un clásico de serie B. No ayuda el que las actuaciones sean algo planas—el único que parece estar divirtiéndose de verdad es Patrick, e incluso él tiene un rol con poca carne, un villano que, a pesar de tener el potencial de ser intimidante, jamás termina de convencer. No ayuda el que la actitud de los hermanos Lee hacia su venganza sea, en general, demasiado relajada. Todo sea para mantener un tono ligero, supongo. No podemos espantar a los niños—el público objetivo—tomándonos la cuestión demasiado en serio.
Visualmente, Double Dragon no es de las peores cintas que jamás haya visto, pero tampoco es algo particularmente espectacular. El diseño de producción es cumplidor—la Nueva Los Ángeles se ve convincente, al menos—pero cada vez que hacen uso de algún efecto especial, ya sea óptico, o técnicas como pinturas matte, se pone en evidencia lo artificial que es el mundo en que los hermanos Lee y el resto de personajes viven. Supongo que Yukich y compañía no podían hacer demasiado con tan solo $7.8 millones—si ese era el caso, debieron cortar algunas de las tomas más ambiciosas y tratar de elaborar un mundo más real, menos dependiente de los efectos visuales.
¿Es Double Dragon una de las peores adaptaciones de un videojuego a la pantalla grande? No realmente; definitivamente hay peores ejemplares. El problema de esta película, más bien, es que es absolutamente mediocre—las actuaciones son aburridas pero jamás terribles, la historia es simplista y la acción es decepcionante, pero el filme jamás llega a ser ofensivamente terrible, nivel al que, lamentablemente, otras producciones basadas en videojuegos han llegado. Si son fanáticos de los títulos para las arcadias o para el NES, puede que encuentren algo de valor en esta película, pero el resto de espectadores no tienen razón alguna para ver Double Dragon.