El hombre es un ser competitivo por naturaleza y el Claro MasGamers Festival siempre fue territorio de rivalidades. Desde su primera emisión, jugadores de toda índole han hecho del escenario su zona de batalla. Solo lo mejor de lo mejor tendrá el derecho de alzar los premios y llevarse las palmas de todos los presentes.
¿Qué se necesita para ser un gamer competitivo? No lo sé, pero hoy, segundo día del festival, estoy en el sitio correcto para responder esa pregunta.
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Mi primera parada es Republic of Gamers donde se desarolla un torneo de Mortal Kombat 11. La laptop resiste la furia de mi personaje sin problemas. A mi lado, José Moya, representante de Asus, me habla de tasas de refresh, de lo delgadas y poderosas que son sus laptops. “No entiendo nada”, pienso mientras la sangre del personaje del rival se impregna en la pantalla.
Parece que el truco es liberar tu furia por medio de los videojuegos. Bendita sea la competencia.
Otro rival, otra victoria. Esta vez fue más difícil, mi contrincante conocía algunos combos, pero lo he superado con un poco de talento (¿O fue suerte?). Solo estoy a una victoria consecutiva de obtener mi premio, una pieza de mercadotecnia de ASUS. Nadie me puede detener.
Mi último combate. Mi rival porta en el polo un símbolo que me resulta familiar. Solo un asalto más me separa de mi premio pero mi contrincante destroza sin misericordia a mi personaje. Es como si leyera todos mis movimientos, me mantiene a raya y no me deja dar un solo respiro. He perdido y solo me queda presenciar la horrible muerte de mi personaje. Mi rival me da la mano, ahora distingo mejor el logo de mi verdugo: “Get Gosu”. Mucho más tarde, ese mismo día, descubría que yo ya estaba muerto, pero aún no me habían avisado.
Me alejo del escenario de mi derrota. La furia no me sirvió de nada. “¿Qué se necesita para ser el mejor?”, pienso en voz alta.
“Ánimo Y un buen procesador”, menciona Harold Lynch, embajador de RYZEN, y esboza un gesto amable. La torre de AMD, erige detrás de él. Para él, un gamer mejora en la medida que tenga el equipo adecuado. “Cómo ser el más rápido, cómo ser el más letal, como anticiparte al oponente si tu procesador está en el pleistoceno”, agrega con buen ánimo Le agradezco el consejo con sabor a marketing.
Una de las características del stand de AMD es que permite comprobar la hipótesis de su embajador. DOTA2, LOL y Overwatch fluyen con la velocidad de un Lamborghini. En el mismo lugar, algunos gamers se reúnen en unas retas casuales de DragonBall Fighter Z donde los combates se deciden en un abrir y cerrar de ojos. Estoy tentado al reto, pero temo que mi procesador interno (mi cerebro) no está acostumbrado a un ritmo tan frenético.
A veces es cuestión de encontrar el juego adecuado, y Logitech lo sabe; por eso ha buscado que su espacio sea de lo más variopinto. Cuatro esquinas tiene su fortaleza, cuatro juegos diferentes para el disfrute de sus visitantes, cuatro oportunidades para buscar mi estilo gamer. O cuatro oportunidades para perder nuevamente, en mi caso. Quizás esto no es lo mío.
En medio de tanta derrota, Cristina Avalos, representante de la marca, me invita a probar los equipos. Siempre había pensado que de los aditamentos gaming no eran la gran cosa. ¡Estaba seguro que mis audífonos de nombre impronunciable corren igual que bien los audífonos que Logitech que están promocionado! Supongo que siempre estuve equivocado.
Es cierto, los mejores juegan con lo mejor. Eso es indiscutible. Sin embargo, los e-sports no son un campo único para los que pueden tener acceso al mejor equipo. Hay decenas de e-atletas con orígenes muy humildes. La pregunta ronda en mi mente, ¿Qué define a un pro-gamer?.
Hoy, sábado, muchos torneos entran en su etapa clasificatoria decisiva. La concentración está al tope en muchos rostros, los gamers gritan, celebran, ganan y… fracasan; pero no hay tristeza en la mirada de los perdedores, sino todo lo contrario a la resignación. La determinación se refleja en sus ojos.
“Estos chicos no se rinden, los que no pudieron clasificar ayer (viernes) hoy han regresado a cobrarse su revancha”, confiesa Fabio Trujillo, representante de Pago Efectivo y encargado del torneo de Free Fire, a su alrededor un pequeño campo abierto da la bienvenida a todos aquellos que deseen medir sus habilidades. “Te caes, vuelves a caer y sigues intentando”, dice mientras registra a un jugador en el próximo torneo a realizarse. “Como la vida misma”, agrega.
-“¿Cuantas veces puede inscribirse una persona en este torneo?”, pregunto ante el rapto de inusitada sabiduría.
-“El que acaba de pasar”, dice señalando al joven recién inscrito, “ha estado aquí los dos días”.
¿Qué hace a un gamer, un pro gamer? Quizás en la voluntad de no rendirse, en el constante esfuerzo por caer y ponerse de pie está el secreto.
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La música de Animatissimo inunda la Sala de Exposiciones del Jockey Plaza. Hoy tienen que lucirse, el maestro Chris Valencia los escucha con atención. La orquesta toca con el corazón y el público queda cautivo hasta el final de la velada. Valencia asiente con complacencia. Su esfuerzo valió la pena.
El día 2 llega a su fin. Llegué, vi, perdí. Aprendí.