Viernes 23 de Agosto, la ciudad vive su trajín diario. El caos vehicular de siempre, las personas de siempre, el sol de…
¿Lima con sol? Bueno, la capital siempre fue una ciudad de contrastes y realidades diversas. Ahora mismo este novisimo y no tan joven periodista gamer está a punto de entrar en una de ellas.
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Atreverse a cruzar el umbral que separa la calle del festival es una experiencia que trastoca los sentidos: luces por todas partes, grandes pantallas muestran mundos de fantasía que estallan al ritmo de los parlantes, ruido, pero no ese que a veces se confunde con bulla, el ruido que hacen los seres cuando sus pasiones laten al unísono. Hoy los corazones laten al ritmo de los 8 bits.
El reloj marca las 12 del mediodía y pequeños grupos de gamers caminan por el centro de Exposiciones de Jockey Plaza. En esta ocasión, la organización ha dispuesto la instalación de cuatro escenarios para los diversos eventos que están programados. En el escenario central, Oscar Soto, presentador de Claro gaming y colaborador de MasGamers, juega con los participantes con esa onda chacotera que lo caracteriza. “Ya tú” -señalando al chico que está a mi costado-, “que se nota eres pro, dime los nombres de los integrantes de Infamous”. El pobre muchacho se equivoca en el nombre de dos de ellos. Apanado moral en medio de las risas de todos.
Soto me confesaría después que de eso se tratan los videojuegos, “Divertirse en grupo, pasarla bien y unir a las personas en un solo sentimiento”. Pero no ahora, en este momento el animador ha soltado una pregunta al aire sobre los mejores héroes de DOTA2 para jugar en neutral para luego mirar sospechosamente hacia mí. Fugo antes que me agarre camote. Yo no me sé ninguno.
Poco a poco el centro de exposiciones se llena de vida: Los visitantes vienen de todos lados y los hay de todas las edades. En la entrada, un televisor vintage y un mando de NES gigante reciben a los visitantes, como un recordatorio de los orígenes de los videojuegos. Cerca de esa maqueta un padre le explica a su hijo como antes para jugar, él tenía que conectar los cables detrás del televisor, encontrar la señal adecuada y… No tiene tiempo de terminar, el niño el niño jala la mano de su padre hacía el torneo de Fornite organizado por Portal. Ahora es el turno él de enseñarle a papá.
No muy lejos de ellos, Rizzi, la ñañita de MasGamers, habita entre los mortales.
Rizzi baila al compás de la música del Just Dance Challenge está en su apogeo. La streamer responde mis preguntas con esa actitud fresca de sus directos. Para ella, los streams no solo se tratan de ver a alguien jugar. “Es en esencia divertirte y ser feliz. Si yo puedo, ¿por qué otros no?”. No encuentro fallas en esa lógica.
“Tal vez, de eso se tratan los videojuegos. De no rendirte, de alegrarse cuando alguien más es capaz de superar esa situación tan complicada. De esa unión que existe cuando se comparte una pasión”, mientras observo como una joven pareja se da un pequeño beso mientras compiten la supremacía de su personaje en uno de los tantos torneos de juegos de peleas gratuitos del festival.
Mis tribulaciones sobre la naturaleza de los videojuegos son interrumpidas por Sasuke Uchiha que acaba de pasar por mi lado, katana en mano y con el ceño fruncido en su eterna búsqueda de poder. De repente, la línea que divide la fantasía de la realidad se hace tan imperceptible parece un sueño, han llegado los coplayers; sin embargo estoy seguro que Superman y Batman jamás posarían junto al el Joker y Harley Queen en el stand de Republic of Gamers.
En el otro extremo de la sala de exposiciones, detrás de los bustos de los Thanos y Hulk, se encuentra el compositor musical de los dioses, Chris Valencia, compartiendo sus secretos con la pequeña audiencia que lo escucha con atención, yo incluido. Este joven periodista alguna vez tuvo el sueño de ser componer canciones para videojuegos y Valencia parece todas las respuestas a mis dudas
-“El mundo del gaming es de difícil acceso, pero una vez que entras no hay nada más gratificante”, menciona el compositor. “Aparte, si no compongo no como”, agrega, con una sonrisa.
“Que hombre tan sabio”, pienso, mientras me alegro de no haber seguido mis sueños.
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La noche cae en el Claro MasGamers Festival y las luces de neón marcan el cielorraso del local. Los stands resuenan, anunciando los torneos diarios programados, intentando atraer a los hardcore como abejas a la miel. Las marcas saben que tras una larga semana de obligaciones, los gamers más extremos están hambrientos de retos y competencias. Todos quieren ser parte de la magia del festival. A esta hora los niños se han convertido en una rareza, los jóvenes han tomado en su totalidad el lugar y se disputan su derecho a probar todo lo que esté a su alcance.
De los cuatro escenarios, en tres de ellos se compite para decidir quienes tendrán el privilegio de llegar a las finales del domingo. Mientras tanto, Daniel Pesina, salta al escenario vestido como Scorpion, el legendario ninja infernal de la saga Mortal Kombat. El público lo observa perplejo. A sus 60 años tiene la vitalidad que este treintañero periodista jamás tuvo en sus veinte.
De repente, Los cosplayers están en la palestra. El Night king compite con Catwoman por el mejor disfraz. Desde la otra esquina el cazador de demonios Dante posa junto a un discolo Loki que con una mano sostiene el teseracto y con la otra su báculo. El Hulkbuster a sus pies, está listo para detener cualquier emergencia, aunque nadie haya venido caracterizado como Bruce Banner.
La banda Plus Ultra cierra la noche. El día uno ha terminado. He entrado en la matrix