Cuando llegas al final de The Last of Us, te das realmente cuenta de cuanto te importan sus personajes principales
Todos conocemos productos que se construyen alrededor de un mundo post-apocalíptico y no son exactamente difíciles de encontrar. Una sociedad destruida suele ser un buen contexto para hacerse preguntas sobre la sociología de la humanidad. Al mismo tiempo, el sobrevivir a un mundo terrible permite que un elenco de personajes crezca y se desarrolle lentamente. Ese elemento, vínculo que se construye en un mundo muerto, es la fuerza más grande de The Last of Us. Es la historia de dos personas, conociéndose y protegiéndose en lo que queda del ser humano.
Para hacer una diferencia con estos artículos, esta vez enfocaremos un poco más la discusión sobre el gameplay de The Last of Us. TloU es un juego de supervivencia, en el que no hay muchos recursos y los enemigos son más de lo que se puede manejar. El resultado de este escenario es que la lucha por sobrevivir es muy tensa y dura. Cuando aparece una ola de clickers (los zombies de este universo), el jugador siente genuino miedo o deseo de correr, ya que sabe que no va a poder manejarlo. Es esta gravedad la que hace de los momentos tensos mucho más emocionantes.
Volviendo a lo que es su narrativa, The Last of Us busca explorar el vínculo entre Ellie y Joel. Explicado en su brillante prólogo, Joel carga muchos traumas y tiene una actitud enajenada con el resto de las personas por un miedo a acercarse a otros. Algo parecido sucede con Ellie, que no ha tenido una persona en la que haya podido confiar. Al menos, durante la mayor parte de su vida. Y es a través de estas pérdidas y de estas dificultades, que ambos encuentran aquello que los conecta.
Es por su humanidad y tensión, que The Last of Us es uno de los mejores juegos de la década.