La complejidad de Columbia y los fascinantes personajes le dan vida al colorido, pero profundamente injusto mundo de Bioshock Infinite
Para ser transparentes: Bioshock Infinite es uno de mis juegos favoritos de todos los que he jugado. Y es curioso el publicar este artículo el mismo día que vamos a compartir el de The Last of Us. Ya que, en lo superficial, ambos juegos comparten vínculos curiosos, como la presencia de una compañera que debe ser protegida. En el caso de Infinite, dicha compañera es Elizabeth Comstock, y es posible argumentar que solamente por ella este título merece ser parte de esta lista. A pesar de que ella no es el personaje jugable, esto juego es 100% sobre ella.
El trabajo de personaje que Elizabeth experimenta es fascinante. Toda la aventura es sobre como ella adquiere madurez a lo largo de experiencias difíciles y breves momentos de paz. Al iniciar la aventura, ella ha pasado toda su vida encerrada en una libreria, y tiene una idea bastante pacífica del mundo y de Columbia. Es solo a través de escapar de su hogar que ella comienza a entender la devastación que la rodea. La pobreza, las dificultades económicas, el profundo racismo, todo esto termina teniendo efecto respecto a su ánimo.
Para ella, el momento más difícil es cuando se ve forzada a matar. Y, después de esto, ella decide que la única solución para su problema es dejarse capturar. Y es a través de su tortura y de la violencia que recibe, de que ella descubre su verdadero potencial y su capacidad de ver más allá del presente. En efecto, Infinite es la historia de como una mujer rompe su concepto optimista del mundo para enfrentarse con una realidad que, si la captura, la destruirá por dentro. Contra esta situación, la única solución es encontrar la raíz de los problemas sociales y trabajar desde esta.
Es este trabajo de personajes, este mensaje de problemáticas sociales y este mundo tan real, lo que hace de Bioshock Infinite uno de los mejores juegos de la década.