Adaptar un juego de peleas a la pantalla grande siempre va a ser una tarea difícil; después de todo, nadie compra estos títulos por su contenido narrativo o personajes impecablemente desarrollados. Sagas como Mortal Kombat, Street Fighter y, por supuesto, Tekken, han sido exitosas gracias a su gameplay, gráficos, y por supuesto, el tan ansiado factor diversión.
¿Por qué hacer películas basadas en juegos de peleas, entonces? Porque son marcas conocidas, lo cual garantiza el que la cinta vaya a tener cierto éxito de taquilla independientemente de la calidad del producto final. Incluso en las adaptaciones más decentes —como la entretenida Mortal Kombat, del irregular Paul W.S. Anderson—, las motivaciones de sus creadores siempre han estado más relacionadas a sus ambiciones económicas que a las creativas. Esto no quiere decir que la película tiene que ser necesariamente mala, pero el historial de dichas producciones no juega a su favor.
Lo único bueno es la premisa
Habiendo dicho eso, Tekken, una adaptación cinematográfica de la conocida saga de Namco Bandai, es un desastre. No es la peor película de videojuegos jamás estrenada (lo cual no es decir mucho, considerando lo baja que está puesta la valla), pero en términos formales, es decir, en lo que se refiere a las actuaciones, la dirección, la coreografía de los combates, y los efectos especiales, Tekken nunca termina de cuajar. Sí, podría argumentarse que es de las adaptaciones más fieles a sus fuentes de inspiración que se han estrenado, pero cuando todo se ve tan barato y ridículo, ¿cuál es el punto?
El filme se desarrolla en un futuro cercano. La Tierra está siendo gobernada por corporaciones millonarias que han dividido el planeta en ocho sectores; el de América es controlado por Heihchi Mishima (Cary-Hiroyuki Tagawa, de Mortal Kombat) y su corporación llamada Tekken. Young Jin (Jon Foo) vive en la zona pobre de la Ciudad Tekken, trabajando como courier, y protegiendo a su madre, quien se dedica a enseñarle artes marciales (Tamlyn Tomita). Después de que un evento trágico se lleva a cabo, Joo busca venganza en el torneo de del Puño de Hierro. ¿Su objetivo? Vencer a todo peleador que se le cruce en el camino y matar a Heihchi.
¡No había plata!
Al igual que muchas otras adaptaciones de videojuegos, Tekken claramente no contaba con un presupuesto particularmente alto. A pesar de llevarse a cabo en un futuro distópico, con mucho potencial visual, la historia jamás llega a transmitir ningún tipo de sensación de grandeza o ambición. El director Dwight H. Little filma la mayor parte de la película en espacios cerrados, claustrofóbicos, llenando sus escenarios de colores brillantes y accesorios que se ven algo fuera de lugar en el contexto de su historia. Los efectos especiales, utilizados para expandir dichos sets y otorgarle algo de variedad visual a la cuestión, son paupérrimos. De hecho, se ven tan bien como los efectos digitales de la primera entrega de Mortal Kombat —la diferencia es que Tekken se estrenó quince años después.
Sin embargo, hay que admitir que a diferencia de otras cintas, que prefieren cambiar los diseños, el vestuario y los colores de sus personajes para llegar a una estética más realista y creíble, los creadores de Tekken optaron por vestir a sus actores casi de la misma manera que los personajes de los videojuegos. El resultado es previsiblemente absurdo, especialmente en el caso del gran Cary-Hiroyuki Tagawa, quien con el peinado de Heihachi parece más un fanático haciendo cosplay que un actor serio y respetado interpretando a un personaje para un largometraje. Dentro de todo, Tekken sirve, al menos, como la prueba máxima de que copiar la estética de los juegos al 100% para una película con actores de carne y hueso no siempre funciona.
Las actuaciones son deficientes, sí, pero lo más grave es que también son aburridas. Filmes como Street Fighter, por ejemplo, al menos logran entretener con sus actuaciones exageradas, sacadas directamente de una caricatura o una producción serie B. En el caso de Tekken, desgraciadamente, todo lo que tenemos son actores con cara de aburrido que claramente preferirían estar en otra parte. Por supuesto, no ayuda el que los encuentros de artes marciales tengan la energía y la complejidad coreográfica de una pelea de kindergarten, ni que muchos de estos enfrentamientos sean protagonizados por dobles mal disfrazados; ni siquiera el mejor de los artistas Hollywoodenses podría salvarnos de tan aplastante mediocridad.
No pasa nada
Es una pena que Namco Bandai le haya otorgado los derechos de una de sus más populares propiedades a una productora con poco dinero y menos interés en hacer un producto final de calidad. Como mencioné líneas arriba, realizar una buena película basada en un juego de peleas es tarea difícil, pero con el talento adecuado, mayor presupuesto, efectos especiales vistosos, y una historia comprensible, un filme de Tekken hubiese podido ser una propuesta divertida, y por qué no, superior al filme de videojuego promedio.
La película que se estrenó hace siete años, sin embargo, no es lo que los fanáticos de la franquicia, ni el público en general, estaba esperando ver. ¿Lo peor? Hay una secuela. Que el dios de los videojuegos nos libre…