Este semana en Generación 2D, no hablaremos directamente de juegos retro o plataformas 2D; voy a regresar un poco el tiempo atrás y hablaremos de un tema que, al menos a mi generación, le encanta hablar; y es que cuando recordamos esos lugares, de los cuales cada vez se ven menos, no podemos evitar contar mil anécdotas, historias y momentos que se han quedado por siempre en nuestra memoria.
Porque mi generación, cuando quería jugar el último juego de SNES o N64, o quería simplemente matar el tiempo después de la escuela, un sábado de vacaciones o “hacer hora”, nos íbamos al vicio. Porque la industria de los videojuegos no empezó con un sistema conectándose a la TV; empezó en lugares llenos de cables, oscuridad y ruido donde nos hicimos, por primera vez, gamers.
Actualmente, donde bajarte un juego en PC o consola, o donde todos tenemos un sistema caro en casa (o tenemos un amigo con uno), es cada vez más común, es bueno recordar esos tiempos donde existían salones donde se iban a jugar videojuegos. Hoy recordaremos a esos lugares: los vicios, los pimpols, las fichas, las Arcades; como lo quieras llamar.
Es una pena que las Arcades ya no sean lo que eran para la industria. Entendemos como Arcade, o “máquina de ficha”, a una cabina donde tendríamos que ingresar fichas para jugar, hasta que nos mataran. Muchos juegos o franquicias iniciaron en versiones exclusivas para Arcades, para después llegar a formato casero: Mario, Pac-Man, Street Fighter, Contra, Ninja Gaiden, King of Fighters, Tekken. Un salón de Arcades era un cuarto lleno de estas máquinas, y una caja donde comprar las fichas, y podía estar en cualquier lado; en el garaje de algún vecino o en lugares un poco más iluminados y amplios; y simplemente se nos iba el dinero y la vida yendo de una maquina a otra, o simplemente viendo a los demás jugar.
Mi viejo me llevaba a mí y a mi hermano al legendario Bam Bam; local enorme muy cerca del Parque Kennedy en Miraflores, que durante por muchas décadas fue el principal local de Arcades de Lima: era común para mi familia ir todos juntos y de ahí dividirnos, y mientras mi hermana y mi madre se quedaban en las máquinas de tickets, y mi viejo en los pinball, mi hermano Pepe y yo íbamos de una maquina a otra jugando de todo, encontrándonos de vez en cuando para jugar juntos o preguntar “cuantas fichas te quedan”.
Recuerdo también lugares por mi barrio, con su infaltable rockola; lugares por mi colegio, donde un chico de un grado inferior me enseño los combos de Street Fighter vs Marvel Super Heroes; lugares por mi universidad, donde empecé a jugar DDR o Pump, y después sitios como Moy o el salón de Arcade del Daytona Park. Estos locales actualmente en nuestra capital y en el mundo, son escasos, y ya no son sitio de estreno de algunos juegos para después llegar a formato casero. Los arcades ahora son parte de centros de diversión, centros comerciales o hasta de restaurantes. La era del Arcade, definitivamente, ha muerto.
También tenemos otros lugares donde simplemente pagabas tu hora para jugar en un sistema determinado; y esos eran los míticos “pimbols” o “vicios”. Eran un palacio: salas llenas de televisores, cada una con un sistema conectado, y con su respectiva rejilla para que no se lo fueran a chorear. Las consolas más comunes a escoger eran NES, SNES, N64, Dreamcast, PS1 y PS2, pero si conocí vicios que tenían Genesis, Saturn, Neo Geo y otros sistemas más caletas.
“Donde Robert” era como se le llamaba a mi pimbol: a unas cuadras de mi casa, el garaje de una casa verde era el point donde nos íbamos después del cole y nos quedábamos horas y horas, pidiéndole “media más” a Robert, que nos daba más tiempo medio a regañadientes, pues había siempre chicos esperando. “Donde Robert” conocí y me enamore de juegos como Yoshi’s Island, Donkey Kong Country, Bust A Move, Metal Slug, Twisted Metal, el primer Super Smash Bros y muchos más. 1 sol la hora en SNES y PS1 o N64, que era la novedad, S/.2 o S/.2.5.
Otros legendarios “vicios” que recuerdo es el primero que conocí, en Surco, donde mi primo Martin me llevo a los 9 años: estaba dentro de, lo que creo que era, un taller de reparación de equipos electrónicos; atrás del mostrador había cerca de 8 televisores medianos, todos con su SNES. También recuerdo pimbols en Huacho, frente a la plaza de Armas, que frecuentaba en mis vacaciones, cuando nos quedábamos en casa de mi abuela materna: Pepe y yo terminamos Contra 3 ahí. Y los legendarios pimbols del sótano del C.C. Arenales, los cuales inexplicablemente, aún están ahí. Pero ya son otros tiempos: ahora muchos de estos se han vuelto centros para jugar RockBand, o algunos incluso se quedaron en PS2 y PS3. Con todo el mundo con un celular, o un sistema o PC en casa, ya para qué.
No sé si el que ha cambiado he sido yo o estos lugares, pero ya no son lo mismo: es admirable que aun existan personas a arriesgarse poniendo un pimbol o un Arcade como negocio, negocio que antes era plata fácil. Ya no los veo tan llenos, y es más, veo pocos niños o jóvenes, veo más adolescentes o gente de mi edad, tal vez tratando de recordar viejas glorias. No sé si me equivoque, pero es lo que percibo: ya los “vicios” y Arcades están prácticamente muertos en Peru, y como dije, hasta en el mundo.
Y es cierto que han sido reemplazados en parte por los LAN Centers, pero esa es otra historia. Finalmente, siempre quedaran en nuestros recuerdos esos lugares, que muchas veces eran criticados por nuestros padres, maestros, por ser “lugares de perdición” (por eso fueron llamados “vicios”). Nada más falso: eran lugares de encuentro y diversión si eran bien llevados. Porque para mí, siempre se dibujara en mi cara una sonrisa cuando me recuerdo tratando de terminar El Rey Leon, gritando a viva voz cuando perdía en Street Fighter, y tras contar mi sencillo, gritar sin dudarlo, “media hora más”. Y eso, no tiene precio.
¿Y tú, recuerdas los “pimbols” o “vicios”? ¿Qué anécdota nos puedes contar? ¡Déjala en los comentarios!